Nunca se desprende uno de lo que le pertenece, aunque lo tire o lo regale. Johann Wolfgang Goethe
Se decidió atacar Zaragoza, pues según el rey musulmán de Lleida, el rey Muqtadir tenía ambiciones anexionistas, y el conde para proteger a rey de Lleida, el cual le pagaba tributo, atacó Zaragoza imponiendo al rey Muqtadir el pago de tributos a Barcelona, esto le permitió a Ramón Berenguer I conquistar la baja Ribagorza, Pilçà, Puig-roig, Estopiña y Caselles, como también consolidar el dominio sobre Tarrega, Forés y las Olugues, ocupadas desde el año 1058; así pues el conde orientaba la política de expansión a costa del Islam en dirección a poniente, dejando de momento de lado el área meridional donde después de había repoblado Tamarit, no llevo a termino ningún intento de apoderarse de Tarragona, situada a nada mas que ocho km. de las posiciones cristianas. Ramón Berenguer I quería mantener la alianza con Tortosa, sometida a tributos, y tal como explica Ferran Soldevila, apoderase de los territorios por donde se podían expansionarse los condado de Pallars, Urgel, o Cerdaña, los cuales así quedaban cercados por los dominios del conde de Barcelona, así también sustraer esta zona occidental del los condados catalanes a la posible influencia de los reyes de Aragón.
Ramón Berenguer I, una vez vencido Mir Geribert, y muerto un año después de haberse sometido al conde, y teniendo grandes sumas de dinero pagadas por los reyes musulmanes vecinos, pudo restablecer su autoridad sobre los nobles de Barcelona, Girona y Osona mediante una política de reconciliación. El conde llamó a cada uno de los jefes de los linajes aristocráticos a comparecer delante de sus tribunales, donde el barón era condenado por rebeldía y le era impuesta una multa muchas veces simbólica. Acatando la sentencia, el noble conseguía ser readmitido en el circulo del los fieles al conde. Ramón Berenguer I se aseguraba la fidelidad de cada barón, no resituandolo en la condición de delegado de la potestad del conde, si no imponiéndole la concertación de conveniencia, donde se establecía al conde como al señor eminente de las fortalezas controladas por el barón; el jefe nobiliario pues quedaba obligado a rendir el castillo a Ramón Berenguer I, permitiéndole entrar y estarse siempre que el conde lo solicitara, finalmente, Ramón Berenguer I consolidad su dominio sobre las fortificaciones de los nobles, haciéndose jurar fidelidad también por los comandantes de la guarniciones de las fortalezas.
Pero en algunos casos, el conde no tuvo bastante haciéndose reconocer señor eminente de las fortalezas, y miro de hacerse propietario, ya fuera exigiéndolo, como hizo en Barcelona con el castillo de Montjuich, que había estado controlado por Mir de Geribert, o también por compra: pagándolos con el oro de los tributos musulmanes, Ramón Berenguer I y su mujer Almodis adquirieron, a los linajes más ricos y desleales de la zona, once castillos en el termino del Penedés, epicentro de la revuelta feudal. El éxito de esta política de reconciliación con la nobleza fue tan grande que, subscribieron pactos de dependencia respecto al conde las familias más destacadas: los Gurb-Queralt y los Orís de Osona, los Cervelló en Barcelona, los Cervià-Celrà de Girona, como también las casa vizcondales de Barcelona, Cabrera (Girona) y Cardona (Osona); en estos pactos, concluidos bajo forma de conveniencia, Ramón Berenguer I siempre establecía la obligación de los magnates a reconocer su autoridad y mantenerse fieles en todos los sitios de sus dominios, descritos minuciosamente en los documentos: los cuatro condados de Barcelona, Girona, Osona y Manresa, los tres obispados de Barcelona, Girona y Vic, las cinco ciudades de Barcelona, Vic, Manresa, Girona y Cardona, y los castillos conquistados de la Baja Ribagorza, además los nobles no podían intentar nunca de apoderarse de los tributos de los reyes taifas.
Tal como hemos visto el poder condal restaurado por Ramón Berenguer I, se basó no en la sumisión total de la nobleza, si no en el pacto y la negociación del conde con los linajes aristocráticos. Ante esta aceptación por parte de la aristocracia, el conde se olvida de las franquicias, concedidas a la pagesia, y permite que los nobles opriman a la pagesia a la cual ahora no necesita. Así pues el fin de las revueltas y el retorno a la paz, iniciado el 1060, no significó para los pagesos recuperar las condiciones de libertad vigentes hasta el año 1020, si no consolidar su opresión por los barones feudales.
Después de la revolución feudal, como que Ramón Berenguer I fue el único capaz de imponerse del todo a los clanes nobiliarios de sus dominios, esto le dio al condado de Barcelona una supremacía respecto a los sagas condales catalanes que se acentuó a partir de la sumisión completa de los nobles. Y esto hizo que recibiera homenajes y juramentos de fidelidad de los condes de Besalú, Cerdaña, Ampuries y Rosellón, además los condes de Urgel continuaron con la política de fidelidad a Barcelona, iniciada por el homenaje de Armengol II a Berenguer Ramón I, rendido el 1018. Pero a pesar de estos homenajes no significó la extensión de la autoridad del conde de Barcelona por igual a toda la Marca Hispánica. En primer lugar, la feudalización había permitido a muchos clanes aristocráticos, como ahora los Castellbó y los Cabrera en Urgel o la casa vizcondal de la Cerdaña, actuar al margen de los poderes condales, por lo cual, el vasallaje del conde hacia Ramón Berenguer I no vinculaba aquellas zonas del condado donde el poder efectivo había pasado a los barones; por otro lado cuando por ejemplo Poncio de Ampuries, juró fidelidad al Ramón Berenguer I, eso no implicaba establecer el condado de Ampuries como bien concedido hacia Ramón Berenguer I, la fidelidad jurada nada mas concernía que el conde de Ampuries, no seria nunca enemigo del conde de Barcelona. Después de todas estas exposiciones, y de los juramentos de fidelidad que le rindieron Hugo Dalmau hijo de los vizcondes de Berga, en resumidas cuentas que este movimiento no fue y sirvió para fortalecer el dominio del conde de Barcelona, pero no para mejorar los condados catalanes que estaban todos bajo la influencia de Ramón Berenguer I. Y así resulto que se aprovecho del movimiento feudal para sus intereses particulares, (lo mismo que ahora y nos pensamos que lo han inventado estos) todas las bellas ideas de la juventud se le habían perdido tras la ambición desmesurada de los gobernantes triunfadores.
Y así fue que el conde y su mujer Almodis, organizaron el gobierno de sus condados de Barcelona, Girona, y Osona no por medio de funcionarios públicos, si no con el concurso de personas obligadas con el conde y la condesa por juramentos de fidelidad y de homenaje. A nivel central, contaron con la curia condal, un órgano meramente consultivo integrado por todos aquellos magnates convocados expresamente por el conde y la condesa, no había dentro de la curia por derecho propio; en un ámbito mas cercano la pareja condal gobernaba con la ayuda del consejo privado, constituido por los nobles, pero de linajes no muy poderosos, gente de debía al conde todo lo que tenia, y de este modo Ramón Berenguer I y Almodis evitaron una preponderancia excesiva de los grandes magnates. A parte de estos dos órganos, había tres cargos que auxiliaban directamente al conde: el Senescal, el Juez de palacio y el veguer de Barcelona. El primero se dedicaba a la intendencia de la casa del conde, el juez no podía intervenir en los pleitos, si no que su faena era asesorar a los condes en cuestiones jurídicas que luego ellos se las saltaban si les convenía. El veguer aseguraba dentro del condado el cumplimiento de los pactos y deberes respecto al conde. Y con toda esta labor resulta que llegó a ser una pieza clave en el gobierno, como también lo fueron los Batlles, encargados de recibir los derechos del conde sobre los castillos, pueblos, villas y ciudades.
Desde el mismo momento en que empezó la crisis del Califato de Córdoba, y de su posterior disgregación en reinos de taifas, los grupos de poder de los condados catalanes se propusieron aprovecharse de la debilidad del al-Andalus después de la caída del estado omeya, y así se organizaron diversas expediciones con el propósito de sacar riqueza y botines, la mas destacada de las cuales fue dirigida en el año 1010 por el conde Ramón Borrell contra Córdoba. Al mismo tiempo el pago de tributos por parte de los reyes taifas a los condes fue una cosa discontinua hasta que Ramón Berenguer I impuso un pago fijo a Lleida, a Tortosa y a Zaragoza; a partir de entonces los tributos de los estados árabes serian un ingreso constante de tesoro condal, cosa que condicionará la política de relaciones con el Islam; Ramón Berenguer I siempre prefirió mas cobrar tributos que conquistar territorios, por eso, como ya se ha expuesto, renunció a apoderarse de Tarragona, todo y la proximidad a las posiciones cristianas.
Aparte de imponerse dentro de sus dominios para resolver los conflictos con otros poderes, como ahora para poner fin a las pretensiones de Armengol IV de Urgel sobre los castillos de Pilça, Purroi y Casserres, en la Baja Ribagorza, comprándole los derechos, al conde de Barcelona, los recursos económicos de el oro musulmán le servían también para expandirse territorialmente su poder, así Ramón Berenguer I y Almodis adquirieron los condados de Carcasona y Rasès con intención de constituir un dominio para su hijo Ramón Berenguer llamado Cap d’estopes en aquellos momentos, el heredero de Barcelona no era el si no el primogénito Pedro Ramón. Este propósito renació por que en unas largas y complejas negociaciones realizadas entre los años 1067 y 1070, los condes de Barcelona compraron, con oro, los derechos de todos los otros posibles herederos del conde Ramón ii de Rasès, muerto el 1065 sin descendencia ni colaterales.
Ramón Berenguer I y Almodis, orientaron su afán expansionista hacia Carcasona y Rasès, a pesar de las dificultades de la operación, por que no siendo posible ensanchar sus dominios a costa del Islam, por que como consecuencia perdería los tributos que le pagaban los reyes de Lleida, Zaragoza y Tortosa, que le hacían disponer de oro suficiente para imponerse sobre sus nobles, para ellos la mejor vía era la expansión hacia las tierras de Occitania.
Las nupcias de Ramón Berenguer I fueron:
En 1039 se casó con Elisabet de Nimes, seguramente hija del vizconde Raimón Bernat I de Nimes. Tuvieron: Al infante Pedro Ramón de Barcelona; infante Arnau de Barcelona; infante Berenguer de Barcelona.
En el 1051 se casó con Blanca de Narbona, hija de Llop Ató Zuberoa y Ermengarda de Narbona. Fue repudiada al año siguiente sin tener descendencia.
El 1056 se casó, en terceras nupcias, con Almodis de la Marca, hija del conde Bernardo I de Rasès. Tuvieron:
La infanta Inés de Barcelona, casada con el conde Guigues VII de Albon.
El infante Ramón Berenguer II conde de Barcelona.
El infante Berenguer Ramón II conde de Barcelona.
La infanta Sancha de Barcelona, casada en segundas nupcias, con Guillermo I de Cerdaña, conde de Cerdaña y Berga.
En Barcelona-Girona-Osona, el poder principesco del conde, instituido después de la victoria sobre los barones feudales, entro en crisis, precisamente, por la manera como Ramón Berenguer I, muerto el 1076, dispuso su sucesión. La línea de la sucesión se alteró el 1071 por causa del asesinato de Almodis, por su hijastro y primogénito del conde: Pedro Ramón, hijo del primer matrimonio de Ramón Berenguer I con Elisabet de Nimes. Como explica Santiago Sobrequés, para los grandes condes de la saga Barcelonina, la condesa actuó siempre con preponderancia, tal y como lo muestran ciertos detalles, como ahora la redacción, en tiempos de Almodis de los documentos siempre por duplicado, con un ejemplar para el conde y otro para la condesa; además, en los papeles oficiales, Almodis se hacia mencionar siempre, ignorando al primogénito. Para Pedro Ramón, el heredero de los condados, debía de considerar siempre una cosa anormal este protagonismo de Almodis de la Marca, que por ejemplo, la condesa Ermesenda de Carcasona nunca había pretendido en vida de su marido, el conde Ramón Borrell. Seguramente, el odio del primogénito hacia la condesa se exacerbó, después de ver como la compleja, y laboriosa, adquisición de los condados de Carcasona y Rasès se había hecho con el único propósito, de constituir un dominio propio para Ramón Berenguer Cap d’Estopes, hijo de Almodis de la Marca. Pedro Ramón asesinó a la condesa de una manera nada premeditada, tal vez con sus propias manos, por culpa de su crimen, el primogénito fue desposeído de sus derechos sucesorios, y el año 1072-1073, el Papa Gregorio VII lo condenó al exilio y a redimirse luchando contra los infieles, en combate contra los cuales, el exheredero de Barcelona murió en el al-Andalus.
Después de todo este caso, Ramón Berenguer I tomo la decisión de dejar sus dominios en cogobierno a sus dos hijos, tenidos con Almodis de la Marca, Ramón Berenguer II llamado Cap d’Estopes y a Berenguer Ramón II, los cuales eran gemelos, o si no, con muy poca diferencia de edad, avían de regir Barcelona, Girona y Osona con absoluto condominio y plena igualdad de tal manera que según se había establecido, si alguno juraba fidelidad a uno de los dos condes de Barcelona, había de jurarla también al otro. Las posteriores divisiones entre los dos hermanos debilitaron el poder condal; además, el cogobierno anunciaba una futura división del dominio Barcelonino, inevitable si los dos condes hubieran tenido descendencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario