La injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la Justicia en su conjunto. Martin Luther King.
Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia. Theodore Roosevelt.
Se casó con Sancha de Castilla y de Polonia (tía de Alfonso VIII de Castilla) en 1173. Incorporó a su reino las tierras occitanas de Provenza, el Rosellón y el Pallars Jussà. Firmó con su cuñado, el rey castellano Alfonso VIII el tratado de Cazorla en 1179, pero años más tarde y mediante el tratado de Huesca, se alió con los monarcas de León, Portugal y Navarra contra la hegemonía castellana. Su sobrenombre viene del hecho que, según los cronistas «no se le conocían hijos fuera del matrimonio». A pesar de ello amparó las artes y las normas del amor cortés y él mismo se ejercitó en la poesía, intercambiando escritos con importantes trovadores de la época como Giraut de Bornelh.
En Occitania, a la muerte de Ramón Berenguer III de Provenza en el sitio de la ciudad de Niza, y quedando solo su hija, Dulce, fue cuando la corona aragonesa, alegando la falta de descendencia masculina, consiguió el condado de Provenza fuera a parar a manos de Alfonso el Casto, que era primo hermano de Ramón Berenguer III. Para conservar Provenza se hizo necesario combatir los levantamientos de la zona de la Camarga por los partidarios de Ramón VI de Tolosa. A pesar de eso, la casa de Tolosa siguió actuando en la zona, hasta que en 1176, Alfonso el Casto concertó la Paz de Tarascón con Ramón V.
En este tratado se estableció que, a cambio del pago de treinta mil marcos de plata, el conde de Tolosa renunciaba a sus pretensiones sobre Provenza, así como de las regiones de Gabaldá y Carlades. Esta par supuso el fortalecimiento en Occitania de la posición de Alfonso. Entre 1168 y 1173, Alfonso aprovechó el conflicto entre Ramón y Enrique II de Inglaterra para conseguir el vasallaje de numerosos señores occitanos, gracias a su condición de aliado de Enrique II. Firmada la paz de Tarascón, Alfonso II se pudo dedicar a sofocar una nueva revuelta en Niza y a imponerse en la zona oriental de Provenza. Además, al darse cuenta de que el condado era una región alejada de Aragón y Cataluña y rodeada de posesiones del conde de Tolosa, Alfonso II encargó el gobierno de Provenza a su hermano Ramón Berenguer, concediéndole el titulo de conde. Alfonso no renunció a sus derechos ya que Ramón Berenguer IV de Provenza regía el condado únicamente como delegado de su hermano el rey.
Una vez aseguradas sus posiciones en Occitania, Alfonso II tomó la decisión de anular el vasallaje de Provenza hacia el emperador Federico Barbarroja, admitido en 1162 por Ramón Berenguer III en la asamblea imperial de Turín. Así, en 1178, al acto de coronación de Federico como rey de Borgoña asistió Ramón V de Tolosa pero no Alfonso ni su hermano Ramón de Provenza. Por otro lado, durante la crisis de la Santa Sede, Alfonso el Casto apoyó de forma inequívoca al Papa Alejandro III en contra de los antipapas promovidos por la facción imperial.
En el 1181 la posición de la Casa de Barcelona en Occitania entró en crisis: El conde de Tolosa invadió las tierras del vizconde de Narbona y Ramón Berenguer IV de Provenza fue asesinado, cerca de Montpellier. Alfonso II nombró nuevo conde de Provenza a su hermano Sancho, pero tuvo que destituirlo en 1185 por haber realizado tratos ilegales con Tolosa y Génova. Sin embargo, la situación hizo un giro favorable a los intereses de Alfonso. Por un lado, en 1189, el rey Ricardo Corazón de León, hijo y sucesor de Enrique II de Inglaterra, se había aliado con el conde de Tolosa; por otro lado, Ramón V no pudo vencer la revuelta comunal de Tolosa que se convirtió en una república municipal, gobernada por cónsules. En esta coyuntura, Alfonso II de Aragón pudo concertar con Ramón V de Tolosa una paz en los mismos términos que la de 1176 y consolidar su dominio desde Niza hasta el Atlántico con posesiones propias de (Provenza, Milhau, Gavaldá y Roerga), vasallajes sobre los marqueses de Busca en el Piamonte y los vizcondes de Montpellier, así como el reconocimiento por parte de los condes de Rasés, Carlat, Foix, Bigorra y los vizcondes de Nimes, Beisres, Carcasona y Bearn de tener sus dominios en feudo del rey de Aragón.
En 1192, tras volver de las cruzadas, Ricardo Corazón de León se alió con Ramón V de Tolosa contra Alfonso II. El rey Alfonso, consiguió fortalecer sus posiciones en Languedoc, al concertar el matrimonio de su hijo Alfonso con Garsensa, hija de Guillermo VI de Forcalquier, antiguo aliado de Ramón V de Tolosa; la paz de 1195, concertada entre Alfonso y Ramón VI de Tolosa, hijo y sucesor de Ramón V, puso fin a este conflicto sin alterar la correlación de fuerzas entre los poderes constituidos en Occitania.
Respecto a la política peninsular, la Península Ibérica ocupó una posición política secundaria frente a Occitania durante el reinado de Alfonso II. El rey de Aragón se implicó en el juego político de los reinos cristianos con el fin de conseguir la reanexión de Navarra, separada de Aragón desde la muerte de Alfonso I de Aragón en 1134. Por otro lado, Alfonso II también dirigió ataques contra el Al-Ándalus, ya fuera para obtener tributos o ganancias territoriales.
En 1162 la regencia aragonesa concertó una alianza entre Alfonso II y Fernando II de León para repartirse Navarra. Sin embargo, en 1168, se estableció una tregua con Sancho VI de Navarra; quedando entonces libre el frente navarro se inició un ataque contra Castilla. El ataque fracasó y condujo a la Paz Perpetua de Sahún en 1170, firmada por Alfonso VIII de Castilla y Alfonso el Casto. Además, poniendo en práctica un acuerdo estipulado por el Tratado de Tudellén de 1156, el rey de Aragón tuvo que contraer matrimonio con Sancha, tía de Alfonso VIII.
El rey Ibn Mardanis de Valencia, asediado por los cristianos y por los Almohades, se había convertido en tributario de Aragón. A pesar de eso, en 1169 la regencia inició la conquista del Matarraña seguida de la ocupación de los territorios al sur de Aragón. Se fundó Teruel, base para posibles ataques contra Valencia. En Cataluña, entre el 1169 y 1170 se tuvo que reprimir seriamente una revuelta sarracena en la Sierra de Prades.
En 1172, muerto ya Ibn Mardanis, Alfonso II asedió Valencia donde concertó una alianza con el nuevo rey sarraceno a cambio de duplicar el tributo a pagar; así, el rey de Aragón, de acuerdo con el emir de Valencia, atacó Játiva y Murcia de donde se tuvo que retirar a raíz de una incursión de Navarra en las fronteras de Argón. La paz de Sahagún de 1170, así como el mayor poder territorial de Castilla, supeditó la actuación peninsular de Alfonso II a los designios de Alfonso VIII; de esta forma, a cambio de haber colaborado en la conquista de Cuenca, anexionada a Castilla, lo que bloqueaba las posibilidades expansivas de Aragón, Alfonso II sólo obtuvo del rey de Castilla la renuncia del vasallaje aragonés para Zaragoza, impuesto por Alfonso VII de Castilla a Ramón Berenguer IV. Por otra parte, en la negociación de la futura expansión pro el Al-Ándalus al tratado de Cazorla Alfonso II cedió la conquista de Murcia a Castilla, a cambio de que Alfonso VIII suprimiera el vasallaje de los reyes de Aragón por Valencia, una vez la conquistaran.
Entre 1181 y 1186, Alfonso II concentró todos sus esfuerzos en Provenza y en la mediterránea donde, además de negociar sin éxito con el rey de Sicilia la organización de una expedición contra Mallorca, ayudó a la Casa de Baus a adquirir en Cerdeña el dominio del juzgado de Argorea. Cuando reinició su participación en asuntos peninsulares, Alfonso II se distanció de Alfonso VIII; el rey de Castilla había abandonado una alianza pactada con el rey de Aragón de repartirse Navarra, una vez anexionada La Rioja. Además, mantenía pretensiones territoriales en las fronteras aragonesas y, finalmente, había realizado tratos con Federico Barbarroja. Por eso, en 1190, Alfonso II llegó a un entendimiento con Navarra, León y Portugal, enemistados con Castilla. Tras la derrota de Alfonso VIII en la Batalla de Alarcos, la consistencia del avance almohade como peligro común en todos los reinos cristianos peninsulares así como las indicaciones del Papa Celestino II, empujaron a Alfonso II a negociar una operación conjunta con Alfonso VIII de Castilla contra los musulmanes, operación que, sin embargo, nunca llegó a realizarse.
En su testamento, Alfonso II dispuso que, a su muerte, ocurrida en Abril de 1196, sus territorios se repartieran entre sus dos hijos: Pedro, Rey de Aragón y conde de Barcelona y Alfonso, conde de Provenza, Milhau y Gavaldá. Con esta disposición testamentaria, además de dotar de un dominio a su hijo menor, el rey sancionó la necesidad de Provenza de disponer de un gobernador propio. En 1185, Alfonso II había nombrado conde de Provenza a su hijo Alfonso, menor de edad; por eso, el rey encargó el gobierno provenzal a procuradores como Roger Bernat de Foix (1185-1188), Barral de Marsella (1188-1192) y Lope Jiménez. En lo que son sus posesiones peninsulares le sucede su hijo Pedro II.
Roges, blaves..., color de meravella.
Dins cistellets, mel i mato: tendresa.
I aturem-nos al forest de la vida!
Quants camins! Verals, marges i estimballs.
Quina fregancia a pluja i a somris.
I quin bategar d'ales insistent.
I aquesta llum que s'apaga i s'encen.
I aquest respir de fulles i d'arrels.
perque is bell acaronar nius i cants.
Si trobem llops malcarats i sapastres
fruim a cor que vols del seu encant.
"Casa de somnis tot ho fa possible".
Qui sera qui? -Orelles, potes, dents...-
El llop sera avia? L'avia sera llop?
Tots tenim fam. Tots tenim set; calfreds...
I dormim. I ens despullem. Orats. Cecs.
I sucumbim entre els brac,os peluts
d'estafadors. Indomits taumaturgs.