¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

La investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano. (Aldous Huxley)
Las enfermedades son los intereses que se pagan por lo placeres. (John Ray)
Saludable es al enfermo la alegre cara del que le visita. Fernando de Rojas

¿Si Cristo en la Cruz, lanzo esta exclamación, casi podríamos decir contra Dios, por no comprender, que siendo su padre, le hubiera hecho pasar por aquellas torturas para el inmerecidas de la pasión? Que no habrá pasado por mi cabeza estos largos días de sufrimientos y torturas de mi enfermedad. Con una asistencia medica deficiente, a pesar de los esfuerzos de los médicos y enfermeras, desbordados ellos y ellas por la aglomeración de enfermos en las Urgencias de la Mutua. Aquello era horrible, peor que los hospitales decimonónicos o tal vez peor los hospitales de guerra.
Todos hemos visto películas, en las que en inmensas salas con camastros, hay gentes que en catres (aquí en este caso mío eran camillas, aparato de tortura para los vivos, supongo que cómodo para los muertos) pues así estábamos esa maldita noche para mi, en la sala de Urgencias. Me vino una señora que se identifico como la doctora X. Venia abanicándose, pero no por vicio, hacia un calor mareante, se podía casi cortar con un cuchillo de tan espeso que era.
Entonces la Dra. me pregunto que me pasaba (a esto hay decir que esta en un pasillo del nivel I de Urgencias con enfermos unos simplemente sentados en sillas, otros en camilla). Le explico mis problemas, mientras pasan a paso rápido enfermeras y médicos importunando a la Dra., y cada vez que se interrumpe la consulta, me va diciendo la buena Dra., perdone es que estamos desbordados. Acabo la explicación mis molestias y me dice que por los síntomas me tiene que hacer una exploración, pero que tendré que esperar a que haya un Box libre, por que me he de desnudar y no lo puede hacer en el pasillo. Le agradezco el detalle pues malo es estar enfermo, pero peor que te humillen exponiendo tus vergüenzas ante todos los demás.
A todo esto he de decir que llevaba tres días sin probar bocado. Pues me dejó en el pasillo y supongo que se fue ha atender a otro. Yo le había dado poca guerra. Todo esto fue sobre las 6 de la tarde. Fueron pasando las horas, uno ya va preparado, pero es que siempre es mas mala la cosa de lo peor que tu te piensas. Por fin a las 9 de la noche, vienen dos enfermeras y me meten en un Vox. Me dejan desnudo, me ponen una bata de aquellas tan odiadas de hospital y sin decirme nada se van. Viene por fin la Dra. sudorosa y abanicándose y me vuelve a preguntar lo mismo. Me hace una exploración y supongo que me encuentra algo y me pauta una medicación (no creo conveniente mencionarla). A continuación, empiezan el tratamiento después de ponerme el goteo y un calmante de paracetamol con el. La medicación empieza ha hacer efecto y pienso si me dejara dormir y me dispongo a ello.
Iluso de mí, en aquellos momentos, en que los efectos del calmante me están amodorrando, siento un alarido como el de una bestia herida. ¡Demonios que sobre salto! Resulta que a los pies de mi camilla solo separado por la cortina del Vox, me ponen una mujer que viene atada en una camilla (según me explica mi esposa que sacó la cabeza por la cortina), y ahí empieza la larga y eterna noche. La Sra. de la camilla, empieza a camelarse a los sanitarios (No se si son médicos o enfermeros) Les dice que los camilleros que la han traído se han descuidado de soltar las correas, que ella tiene unos abre imanes en su casa y que se los ha descuidado, que por favor se las quiten, que ella solo quiere salir a fumarse un cigarrillo. Los sanitarios le dicen que no pueden hacerlo, ella insiste en que solo es para ir a fumar un cigarrillo. El sanitario entonces le preguntan: usted sabe por que la han traído aquí, pues si por tomarme unas pastillas, ¿pero es que acaso no eran mías? Pues yo con lo mío hago lo que quiero. El sanitario con una paciencia infinita, le repite que el no puede desatarla. Ella se va excitando cada vez más. Empieza a sacudir la camilla de un lado para otro. El sanitario le conmina a que pare o se tumbara la Camila y se abrirá la cabeza. Ella le dice que mejor que así el cab… tendrá que cosérsela. Al fin, además de los dos cinchos, le atan las manos y los pies y la llevan a un pasillo que esta sin paso para el personal que solo emplean los sanitarios. Allí los gritos, insultos, las palabras procaces y las maldiciones se hacen del todo inaguantables. A todo esto miro el reloj i marca la 1 de la madrugada.


Pienso, bueno ahora no se oirá tanto. Vaga ilusión la cosa se prolonga hasta la 3 de la mañana, en la que por lo visto ya sabían que había ingerido y le pusieron un calmante. Me relajo he intento dormir, me llego a dormir, no se si minutos, tal vez un cuarto de hora no mucho mas, siento un ronquido como un rugido de león. ¡Cielos! casi me siento en la camilla del susto. Mi esposa que también se había dormido, sale al pasillo y resulta que a la Sra. la habían vuelto a poner a los pies de mi cama. Pero ahora con unos ronquidos insoportables. Los dolores que me vuelven ha atacar, el sueño que huye de mi y así hasta que viene un camillero y me lleva ha hacerme un radiografía, me vuelven al Vox, una enfermera me toma muestras para la analítica. Y estoy apunto de decirle, que me lleve aun que sea a otro pasillo mas lejos, pero pienso que aun podría ser peor y me callo. Los ronquidos son insoportables, después de un rato infinito, miro el reloj: la seis y media y entonces no puedo mas y de lo mas hondo de mi pecho exclamo: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? En estas entra la Dra. sudorosa y me dice que todo ha salido bien, que me da el informe y que me puedo ir a mi casa. Yo le digo a mi esposa que voy al WC, y cuando vuelvo al Vox, me encuentro a mi esposa en la puerta del Vox, que sin esperar a que me acabara de vestir, lo habían ocupado con otro paciente. Y me sale otra exclamación: Consumatum est. Esta es ¡nuestra sanidad!

LA LLUNA

La lluna, guaita

del nostre castell casolà,

avui ens té enveja.

Més lívida que l'herba

ja va a minvant

con minva tota cosa.

MARIA-MERCÈ MARÇAL.